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Адаптированная книга «Путешествие» (El Viaje) на испанском языке (уровень А1-А2)

Продолжаем читать онлайн адаптированную книгу «Путешествие» (El Viaje) на испанском языке для уровня А1-А2 – глава 9-12, а начало книги «Путешествие» (El Viaje) – в разделе «Книги на испанском языке».

Остальные книги (адаптированные и обычные) вы также найдёте в этом же разделе - «Книги на испанском». Для детей есть раздел «Сказки на испанском». Кроме того, у нас на сайте есть раздел «Аудиокниги на испанском языке» (книга «Путешествие» (El Viaje) также есть в аудиоварианте - Аудиокнига на испанском языке для начального уровня «Путешествие» (El Viaje) – главы 1-10) и Аудиокнига на испанском языке для начинающих «Путешествие» (El Viaje) – главы 11-20). На этом же канале есть также несколько видео об Испании (разные красивые места, горы, пляжи  и т.д.), а также много обучающих видео по английскому языку.

Тем, кто любит фильмы Испании и стран Латинской Америки, будет интересен раздел «Фильмы и мультфильмы на испанском языке».

Для тех, кто планирует изучать испанский не только самостоятельно, но и с преподавателем или носителем языка, есть необходимая информация на странице «Испанский по скайпу».

 

Теперь переходим к чтению следующей части адаптированной книги «Путешествие» (El Viaje) на испанском языке. На этой странице выложены главы с 9-й по 12-ю включительно, а ссылка на продолжение книги будет в конце страницы.

 

El Viaje

 

Capítulo 9. ¡Vos estás loca!

Córdoba, Argentina. Martes, 16 de octubre.

 

Después de un largo día lleno de experiencias en Córdoba, Alba entra en el restaurante “La Pajarita” con los zapatos viejos en el bolso y un par nuevo en los pies. Mientras espera a Bea, pasan por su cabeza algunas escenas del día:

... Ha hecho muchas fotos con la luz naranja de la tarde sobre las iglesias blancas de estilo colonial y ha escrito en su agenda datos de la historia de la antigua capital cultural de Argentina.

... Ha conocido a un grupo de estudiantes en la cafetería de la Universidad más antigua del país y ha hablado con ellos de esto y de lo otro. En la conversación ha podido escuchar el acento cordobés, un poco más “tranquilo” que el de Buenos Aires.

... Se ha sentado debajo de un algarrobo en el parque y ha tomado su primer helado de dulce de leche.

...También ha viajado en autobús a un barrio del norte de Córdoba, donde la gente vive en casitas blancas. Ha conocido a un señor con bombacha negra y camisa blanca que no encuentra trabajo en la ciudad y quiere volver al campo. Han tomado un mate juntos, sentados delante de la puerte de su casa.

... Después de andar horas y horas se ha roto un zapato y Alba ha tenido que buscar una zapatería para comprar un par nuevo. De camino al restaurante, ha pasado por calles llenas de arquitectura moderna, iglesias barrocas y avenidas llenas de coches.

La Avenida Chacabuco se ha transformado en un mar de gente joven que se concentra delante de los muchos locales. La música de un bar se confunde con la de los otros. Las chicas con sus faldas cortas y sus largas melenas y los chicos con la copa en la mano conversan en grupos alrededor de sus motocicletas... “Como en Madrid”, piensa Alba.

 

Bea: -Perdoná por llegar tarde, pero es que...

 

La voz de Bea interrumpe los pensamientos de Alba.

 

Alba: -No te preocupes. Ya he pedido el asado y una botella de vino.

 

Mientras cenan...

 

Bea: -Y... ¿qué planes tenés? ¿Cómo continúa tu viaje?

Alba: -Bueno, la próxima estación es Bolivia, pero después de hablar con Don Augusto, el hombre de la bombacha negra, no quiero dejar Argentina sin ver un poco el campo. Al fin y al cabo, el 90 por ciento de este país es campo, ¿no? He pensado que puedo ir en autobús hasta La Paz y hacer algunas paradas en el camino, por ejemplo en Humahuaca.

Bea: -Pero ¿sabés cuántos kilómetros...? Vos estás loca...

Alba: -¡Exacto! Ya me conoces. ¿Pedimos otra botellita para celebrarlo?

 

 

Capítulo 10. El mal de altura

La Paz, Bolivia. Sábado, veinte de octubre.

 

Llegar a La Paz, a más de 3600 metros de altura, es un auténtico chock físico. Mientras recoge el equipaje, Alba siente un intenso sudor frío y su corazón late muy rápido.

Toma un taxi y va al hotel. Allí la espera Lucho, un fotógrafo vividor y polifacético de la Agencia IFI que ha estado varias veces en Madrid. Lo mejor de Lucho es su buen humor y su forma de sonreír.

 

Lucho: -¡Hola, Alba! Bienvenida a Bolivia. ¿Cómo estás?

Alba: -¡Hola, Lucho! Pues, no estoy muy bien. Mi corazón va a explotar de un momento a otro.

Lucho: -No te preocupes, es normal. Tu cuerpo tiene que adaptarse a la altura. ¿Por qué no descansas unas horas? Es lo mejor contra el soroche, así se llama el mal de altura.

Alba: -Esta noche ya tengo tiempo para descansar. Ahora prefiero andar un poco por las calles del centro y ver la ciudad contigo, ¿vale?

Lucho: -Pues, si quieres...

 

La Catedral, el Palacio del Gobierno, bellos edificios de estilo colonial... Alba y Lucho visitan las famosas tiendas de artesanía de la calle Sagárnaga y, muy cerca de allí, el Mercado de Hechicería, donde los indios venden toda clase de cosas: dulces de todas las formas y colores, especias de penetrantes aromas, montañas de frutas: papayas, mangos, piñas, naranjas, guineos... En otros puestos se venden hierbas curativas y objetos mágicos, como fetos de llama secos y amuletos.

Alba tiene la sensación de entrar en un mundo lleno de sorpresas.

Cuando vuelven al hotel tres horas más tarde, Alba se siente mucho peor que antes. Su cara está blanca como la leche y tiene la sensación de llevar una piedra sobre la cabeza. Está muy cansada y cada minuto se encuentra peor.

 

Lucho: -No estás bien, Alba, ¿verdad? ¡Qué mal color tienes!

Alba: -Me encuentro fatal.

Lucho: -Si quieres, podemos pedir oxígeno.

Alba: -¿Oxígeno? No, gracias, Lucho. Voy a descansar y a dormir un poco.

 

Alba se queda en el hotel el resto del día, duerme mucho y, como medicina, toma mate de coca, una bebida muy popular en las regiones altas de Bolivia.

 

La primera mañana que Alba sale del hotel hace mucho frío. Unas mujeres empiedran las calles. Llevan varias polleras de vivos colores, unas encima de las otras, largas trenzas y un sombrero. Así visten casi todas las indias aymaras.

 

Después de almorzar sola en un pequeño restaurante, Alba va a ver a Juana Gómez, una maestra que da clases en una escuela pública de un barrio pobre de la capital. Llega tarde.

 

Alba: -Perdona por llegar tarde, pero es que no ha sido fácil encontrar esta calle.

Juana: -No te preocupes. Yo siempre tengo algo que hacer aquí.

 

Juana y Alba hablan mucho sobre el sistema educativo de Bolivia.

 

Juana: -Durante muchos años en este país no se han respetado los derechos de los indios. La mayoría de la población es quechua, aymara o guaraní-hablante, pero no ha existido una escuela bilingüe, así que han tenido que aprender obligatoriamente el español. Pero las cosas ya han empezado a cambiar...

Alba: -Juana, he visto que la mayoría de los alumnos de esta escuela son niños. Y las niñas, ¿dónde están?

Juana: -La mayoría de los padres de estos chicos son campesinos. Las niñas no tienen muchas posibilidades de ir a la escuela, se dedican a los trabajos de la casa y del campo, sobre todo. Aquí hay mujeres que trabajan muchísimo, ¿sabes?, pero no ganan casi nada.

 

De camino al hotel, Alba se cruza con unas mujeres que sonríen y hablan alegremente bajo los grandes cestos que llevan a sus espaldas. Algunas llevan además a sus hijos en un aguayo multicolor. El próximo artículo de Alba va a ser un homenaje a las mujeres bolivianas.

 

 

Capítulo 11. La coca

La Paz, Bolivia. Jueves, 25 de octubre.

 

Alba: -¿Está Lucho, por favor?... ¡Ah! Usted no conoce a ningún Lucho... Lo siento, perdone... Adiós.

 

Alba marca otra vez el número de teléfono.

 

Lucho: -¡Hola!

Alba: -¿Puedo hablar con Lucho, por favor?

Lucho: -Sí, soy yo. ¿Cómo estás?

Alba: -Bien, muchas gracias. Con energías para continuar el trabajo. ¿Cuándo salimos hacia el Titicaca?

Lucho: -Ya veo que estás mucho mejor. Pues, si quieres, salimos pasado mañana.

Alba: -Sí, de acuerdo, muy bien. Oye, Lucho, ¿qué haces esta noche?

Lucho: -Pues me gustaría cenar con una chica guapa. ¿Tienes tiempo tú? Después podemos ir a bailar. Conozco un local que te va a gustar. ¿No es una idea genial?

Alba: -No está mal... ¿Cómo quedamos?

Lucho: -¿Te va bien a un cuarto para las ocho en el hotel?

Alba: -Sí, muy bien, perfecto. En la recepción de mi hotel, ¿vale?

 

Después de cenar, los dos van a tomar unas copas a un local céntrico. Allí se puede escuchar la melancólica música andina; las mujeres del grupo “Paloma” tocan la zampoña y la quena, típicos instrumentos del folclore andino. Después de una botella de vino y un par de chuflays, Lucho se pone demasiado romántico. “Este hombre no ha cambiado. Es el mismo Lucho de siempre”, piensa Alba. Luego toma un taxi y vuelve sola al hotel.

 

Dos días después...

 

Cuando llegan al Titicaca, un lago enorme a más de 3800 metros de altura sobre el nivel del mar, pueden ver uno de los cielos más puros del planeta. El paisaje impresiona a Alba: el azul intenso del cielo, el azul oscuro del lago, el amarillo y verde de la totora, algunos cipreses y eucaliptos...

 

Por la tarde hacen una excursión a la Isla del Sol con Ernesto, un indio que han conocido allí, en una barca hecha de totora. Durante siglos, estas barcas han sido el medio de transporte de los indios. Pero con el progreso y el turismo han llegado los motores diesel, que contaminan el lago.

 

Al día siguiente, continúan su viaje hacia el Este por los Andes bolivianos. En el jeep de Lucho viven una odisea llena de caminos en mal estado, curvas, grandes distancias...

 

Alba: -Lucho, con esta infraestructura, ¿qué hace la gente aquí para transportar las cosas? ¿Cómo llegan a los mercados?

 

Pero Lucho no contesta, sólo la mira y sonríe.

 

Alba comprende ahora muy bien los problemas que tienen que tener los campesinos bolivianos para comercializar sus productos.

 

El paisaje de las yungas, a 2500 metros de altura, es espectacular: helechos, musgos, pequeños ríos, bosques de bambú y altas montañas de un verde maravilloso. La naturaleza con toda su fuerza.

 

Bajan poco a poco y ven verdes plantaciones de coca y café y, entre las plantas, los sombreros de las indias que trabajan. Después de hablar un poco con ellas, una campesina les dice: 

Campesina 1: -El cultivo de la coca es parte de nuestra cultura, costumbres y rituales religiosos. Según nuestra tradición, sus hojas son sagradas.

 

Otra comenta: 

Campesina 2: -Nosotros somos cultivadores de coca, pero no traficantes. En los yungas se cultiva la coca desde hace miles de años. Es nuestro medio de vida.

 

Lucho explica después: 

Lucho: -Aunque el gobierno subvenciona a los campesinos que cultivan productos alternativos, la verdad es que no es fácil cultivar otras cosas. La coca se puede sembrar hasta cuatro veces al año. Es más fácil de transportar que otros productos y, además, se puede almacenar. ¿Comprendes?

 

Esa noche, alrededor del fuego, una campesina explica a Alba la técnica de mascar las hojas de coca. Todos sonríen mientras Alba intenta por primera vez formar una bola en su boca. No es nada fácil.

La noche termina con música.

 

 

Capítulo 12. El mundo es un pañuelo

Puno, Perú. Viernes, 15 de noviembre.

 

Después de esperar horas y horas a la cola en la estación de Puno, Alba ha comprado el billete para Cuzco. Por fin se sienta en el tren al lado de una familia chola. Entre ellos hablan una lengua que nunca ha escuchado:

imanasqataq mana yanapawanki – yanapaykimiki allin runa

“Seguro que es quechua”, piensa mientras mira los divertidos chuyos de colores de los niños. La madre lleva un sombrero marrón sobre sus trenzas negras y un bebé sobre su pecho. Las dos hijas pequeñas miran a Alba con sus grandes ojos oscuros. La más pequeña empieza a llorar. Alba saca de su bolso una guía del Perú. La niña deja de llorar inmediatamente cuando ve las fotografías.

 

Alba: -¿Cómo te llamas?

Niña: -Coyllur...

Alba: -¿Te gusta el libro?

Niña: -Sí, me gusta.

Alba: -¿Quieres mirar las fotos conmigo?

 

Toda la familia mira a Alba con simpatía. La niña mira a sus padres y se sienta al lado de su nueva amiga. El tren se mueve por fin. Espera un largo viaje.

Después de unas horas, el tren hace una pausa en medio de la puna, en una pequeña estación. El paisaje sin vegetación es ancho, el viento es fresco, el sol brilla muy bajo. A lo lejos se ven grupos de llamas y alpacas.

La familia tiene hambre. La madre saca comida e invita a Alba con un gesto de su mano.

 

Madre: -Pruebe, pruebe.

Alba: -Muchas gracias. Mire, yo también he comprado algunas cosas.

 

Alba saca de su bolso chirimoyas. También ha comprado empanadas con ají y panqueque.

 

Alba: -¡Mmmm! ¡Qué rico!

 

Los niños miran divertidos cómo Alba come entusiasmada los choclos y las papas de su madre, tan normales para ellos.

“Inca-Cola... limonada...”: un hombre va de vagón en vagón con una cesta llena de bebidas. Alba le compra dos botellas de Inca-Cola, una bebida de color amarillo muy popular que “ni es inca, ni es cola, pero está muy buena”, piensa Alba.

El viaje continúa.

Pronto cambia el paisaje: el tren llega al valle del Urubamba, el valle sagrado de los incas, lleno de ruinas del viejo Imperio. Alba se siente muy cansada. Le falta el aire. “¿Qué me pasa? ¿La altura quizá?”, piensa Alba. Los nombres que ha leído en la guía empiezan a bailar en su cabeza al ritmo del tren:

Machu Picchu.. Urubamba.. Piquillacta.. Quillabamba.. Machu Picchu.. Urubamba.. Piquillacta.. Quillabamba..

 

Padre: -¡Señora! ¡Señora! Estamos en Cuzco. ¡Señora!

 

Alba no despierta. Los pasajeros se amontonan alrededor de ella. Coyllur llora otra vez y pregunta por qué la señora está muerta. Un pasajero va a llamar una ambulancia. La gringuilla se ha desmayado...

 

Las voces de la enfermera y del médico en prácticas hacen a Alba volver a la realidad. El olor característico le dice que está en un hospital. Las voces se acercan. El médico tiene acento extranjero.

 

Enfermera: -Se ha desmayado en el tren. El electrocardiograma es irregular.

Médico: -¿Pulso?

Enfermera: -Casi normal.

Médico: -¿Tensión?

Enfermera: -Baja.

Médico: -¿Tiene documentación?

Enfermera: -Sí, es una periodista española. Se llama Alba Sampedro.

 

El médico se acerca con curiosidad. “¿De qué conozco yo a esta mujer?”, se pregunta.

 

Alba: -¿Dónde estoy?

Médico: -En el Hospital Santa Ana, en Cuzco. Se ha desmayado en el tren. ¿Le pasa a menudo?

Alba: -No. ¿Qué puede ser?

Médico: -Quizá demasiada acción a demasiada altura. Necesita descanso.

 

Alba se siente como una turista inexperta. Observa al joven médico. “Esa sonrisa..., esa barba..., esos ojos claros, muy vivos... ¡No puede ser! ¿El autoestopista de Cáceres? ¿El estudiante alemán? ¡Imposible!, piensa Alba.

 

Médico: -Oiga, perdone, pero... ¿no nos conocemos?

Alba: -¿Cáceres? ¿Es posible?

Médico: -¡Claro! Alba...

Alba: -Sí. Y tú eres...

Médico: -Yo soy Günther.

Alba: -¡Qué sorpresa! El mundo es un pañuelo. ¿Qué haces en Cuzco?

 

Todos los pacientes de la sala escuchan con curiosidad la interesante conversación entre el médico alemán y la española.

 

Günther: -Alba, en el hospital tenemos pocas camas y tú necesitas unos días de descanso. ¿Por qué no vienes a mi casa? Vivo con Pedro, un colega peruano que es mi jefe en el hospital, y seguro que él tampoco tiene ningún problema.

 

Gran silencio en la sala. Sonrisas. Una tos.

 

Günther: -Ejem.. Bueno, puedes pensártelo. ¿De acuerdo?

 

Un coro de susurros, toses y suspiros despide al médico. Alba duerme el resto del día.

 

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